miércoles, 18 de febrero de 2009

"Parada, chofer" o: El que busca encuentra.


Habitualmente tomo el 68. Es un bondi que me cae simpático. En uno de los viajes me ocurrió una de mis mejores anécdotas. EL COLECTIVERO FRENA Y ESTACIONA. APAGA EL MOTOR, SE PARA, NOS MIRA Y NOS DICE: “ME VAN A DISCULPAR, PERO ME ESTOY CAGANDO”. SE BAJA Y SE METE EN UN PIACERE DE LA AVENIDA CABILDO AL 600. UNO DE MÁS ATRÁS EMPEZÓ A APLAUDIRLO Y CLARO, TODOS NOS SUMAMOS.

A esta foto la acompaña un texto que aplica por la zona en la que acontece el relato. El final del mismo puede serles útil a modo de consejos al Sr. Katz y a la Srta. Ojeda, quienes suelen tener el mismo comportamiento que los personajes del cuento:

“Seguimos caminando por Cabildo. Cada uno en silencio, cada uno con su visión interior distinta. Yo, con la visión de un castillo en Irlanda con una adolescente rubia, bella y tuberculosa, tocando el arpa para mí. El Petiso, que tiene alma de actor, bailaba en el teatro más importante de París, con un traje a rayas y un rancho. Estaba la reina de Inglaterra y las mujeres le tiraban flores.
Al llegar a Juramento, yo vi algo en el suelo.
Era una caja roja chata y rectangular. ‘Mirá eso’, le dije al Petiso, que en seguida corrió, la levantó y se la puso debajo del saco. Por las dudas, cruzamos inmediatamente y dimos la vuelta manzana. Cuando retomamos Cabildo, analizamos gozosos el par de medias que habíamos encontrado. Eran unas medias negras, de ésas que se estiran. Ninguno de los dos quiso quedarse con ellas. Resolvimos guardarlas como amuleto.
De pronto a mí se me ocurrió la idea: podríamos dedicarnos a buscar cosas. Nos miramos. Y él estaba decidido.
‘Dejáme mirar al suelo a mí’ - le dije -, ‘vos caminá al lado mío mirando adelante para disimular’.
En la primera cuadra no encontramos nada. En la segunda tampoco, entonces el Petiso sugirió:
‘Una cuadra cada uno. Una cuadra yo miro para abajo y vos para arriba: en la que viene vos mirás al suelo y yo cuido para no atropellar a la gente y que no nos pisen los coches’. Ese día no encontramos gran cosa. Apenas una moneda de cincuenta, una bombita de luz, quemada, dos ruleros y una escopeta de juguete aplastada por los coches y sucia de alquitrán. Pero la cosa pintaba.
Quedamos en encontrarnos al día siguiente a las nueve y media de la mañana, en Cabildo y Echeverría.
Y ese día nos fue mejor. Eran apenas las doce del mediodía y ya teníamos una birome con poco uso, un aro, cuatro monedas de diez, una caja de alfileres marca «El Jeque» completamente intacta, una traba de corbata y una malla de reloj con el papel de celofán y todo.
En un café, pusimos todo sobre la mesa e hicimos el recuento.
Además, sobre una servilleta de papel, anotamos las experiencias:
1º: El cordón de la vereda es mucho más fructífero que el centro de la misma.
2º: Las esquinas y las paradas de colectivo son más proclives a las pérdidas que el centro de la cuadra.
3º: La hora cercana al mediodía es cuando la gente pierde más cosas.”

“La Felicidad” de Isidoro Blaisten

Imágenes:
Adrián. Antiguas fotos de la línea 68, que antes circulaba como "la 268".

2 comentarios:

Martin Katz dijo...

Sinceramente nunca supe explotarle la veta comercial. Pero te acepto que el sayo me queda pintado!

Anónimo dijo...

Genial, me encantó el cuento y la verdad, a qué hora te queda bien Marincho?, la invitamos a Casa?